Cuando pedí resumir el capítulo 5
solo conocía su título y nada de su contenido, así que me imaginé que tal vez
trataba, al menos en parte, del cloro y de Fritz Haber… y, a diferencia de lo
que le ha pasado a Conxi, ha sido así :P Y fue grato, ya que he tenido la
oportunidad de “coincidir” en varias ocasiones con este químico, cuya figura
alberga las dos caras de la moneda. De hecho, en mi blog tengo dos entradas
básicamente dedicadas a él (al final pongo los links).
El autor del libro sitúa las
primeras guerras químicas, aunque sin éxito, en la antigua Grecia. Durante
siglos no evolucionó ni logró mejorar el arrojo de aceite hirviendo desde las
almenas. Y no fue hasta la Primera Guerra Mundial cuando empezaron a emplearse
agentes químicos para hacer daño de forma consciente. Aquí es donde entra en
escena el químico alemán.
Fritz Haber y el cloro
Cuando Haber se hizo cargo del
Instituto de Química-Física Kaiser Guillermo ya era un científico reputado,
pues había descubierto, mediante una
sencilla reacción, una forma de sostener la base alimenticia de la mitad de la
población mundial. Su cometido durante la Primera Guerra Mundial, sin embargo,
fue muy diferente al de acabar con la inanición del populacho, más bien
contribuyó a exterminarlo.
Se fijó en lo que hoy conocemos
como el grupo 17 de la tabla periódica, la de los halógenos. Estos elementos
tienen en su capa más externa siete electrones, es decir, están a solo uno de
conseguir un estado del bienestar químico. Para ello suelen arrasar con lo que
encuentran en su camino, incluidas nuestras células, buscando el electrón que
les permita alcanzar la estabilidad.
El primero en usarse fue el
bromo, pero tras varios intentos en el campo de batalla, los germanos no
obtuvieron los resultados que esperaban. Entonces Haber dirigió sus esfuerzos al vecino de arriba, al cloro, más
agresivo. Y al ser más pequeño, tiene más facilidad para atacar a las células.
Las analogías que se emplean en el libro son brutales: «Si el gas bromo es una
falange de soldados de a pie que atacan las membranas mucosas, el cloro es como
un tanque de una guerra relámpago que, inmune a las defensas del cuerpo, arrasa
con los senos nasales y los pulmones». El resultado, la muerte por asfixia; más
concretamente, la muerte por asfixia de 5000 soldados franceses atrincherados
en las inmediaciones de la ciudad de Ypres en lo que se considera el primer uso
de armas químicas a gran escala. Fritz Haber no dudaba en trasladarse al
mismísimo frente de batalla.
Haber dando instrucciones en el frente de batalla. |
Para el bando prusiano se
convirtió en un héroe, pero no le faltaron detractores. Entre ellos se
encontraban su propia mujer, quien se suicidó tras descubrir a lo que su marido
realmente se dedicaba, y Albert Einstein, pacifista declarado. El Premio Nobel
lo recibió «cuando aún no
se había disipado el polvo (o el gas) de la Primera Guerra Mundial», aunque fue
por el proceso de producción de amoníaco a partir del nitrógeno atmosférico.
Finalmente, Alemania perdió la guerra y Haber cayó en una desdicha tanto
profesional como personal.
A partir de aquí empezó lo nuevo para mí. Dejamos a Haber y
a los halógenos a un lado para centrarnos en otros elementos como el molibdeno, el wolframio, el tantalio y
el niobio. Las historias que rodean a estos metales giran en torno a cuestiones
más políticas que científicas, pero igual de interesantes a pesar de los rodeos
del autor.
Molibdeno y wolframio
El molibdeno fue también fuertemente demandado durante la
Primera Guerra Mundial, en la que se requerían aceros más fuertes y resistentes
para aplicaciones industriales y militares. Este elemento puede resistir
altísimas temperaturas, ya que tiene una temperatura de fusión de 2600 ºC,
miles de grados por encima del hierro, principal metal del acero. Por lo tanto,
añadir un poco de molibdeno al acero proporcionó material militar más
resistente y destructivo. Un ejemplo característico es el de los obuses de
asedio Gran Berta, diseñados por las industrias alemanas Krupp.
El problema que encontraron los alemanes fue que no tenían
minas de molibdeno suficientes para fabricar los Bertas. Su único suministro se
encontraba en una mina de Colorado, es decir, en un país enemigo, Estados
Unidos, aunque se hicieron con el control de la misma antes de que los
americanos entraran en la contienda.
Cañones Gran Berta. |
El wolframio (o tungsteno), por su parte, fue un material
estratégico en el seno de la Segunda Guerra Mundial, siendo uno de los
productos más codiciados. El 90% de las reservas de toda Europa se encontraban
en Portugal, país neutral durante la contienda, pero cuyo dictador, Salazar, no
dudó en aprovechar tal condición para negociar con ambos bandos. El wolframio
es uno de los metales más duros conocidos y está situado justo debajo del
molibdeno en la tabla periódica, por lo que, al tener más electrones, funde por
encima de los 3400 ºC. Se utilizaba también como aditivo del acero en la
fabricación de misiles.
Tantalio y niobio
El capítulo finaliza con el tantalio y el niobio y sus
aplicaciones en la telefonía móvil al tratarse de elementos densos, resistentes
al calor y a la corrosión y aguantan bien las cargas eléctricas. Ambos
elementos se encuentran en el coltán, un mineral cuyas reservas se encuentran
mayoritariamente en lo que conocemos hoy como la República Democrática del
Congo (RDC), antes Zaire.
A mediados de la década de 1990 comenzó una guerra en dicho
país para liberarse del yugo de un régimen dictatorial. Tuvieron ayuda de
países vecinos como Ruanda o Burundi e incluso algunos países de la Unión
Europea y Estados Unidos se implicaron, y finalmente lo que estalló fue una
lucha de intereses por controlar los recursos. El negocio del coltán, lo que
debería haber sido fuente de riqueza del país, se convirtió en algo beneficioso
para los grupos armados que controlaban las minas y estalló una guerra que duró
hasta 2003 con una balance de más de cinco millones de personas muertas, la
mayor pérdida de vidas desde la segunda guerra mundial.
Reflexión final
Lamentablemente, la química está íntimamente ligada a los
conflictos bélicos y a la pérdida de millones de vidas humanas de forma
injustificada. También muchos avances científicos surgieron como consecuencia
de guerras. Avances que todos aprovechamos en nuestro día a día, y es ahí donde
podría surgir un conflicto desde el punto de vista moral. O no. Eso ya queda
dentro de cada uno.
***
Entradas sobre Fritz Haber y la guerra química en Radical
Barbatilo:
- Entre el genio y el genocidio: https://goo.gl/xb3Ner
- Una revisión de Genius:
Einstein (Capítulo 7): https://goo.gl/3P8BMp
Hola Jesús!
ResponderEliminarBuen resumen para iniciarte en las #TertuliasCiencia ;o))
Con este capítulo, al igual que tu, llego a la misma reflexión. Las guerras, por desgracia, sacan lo peor de nosotros, pero también, desde el punto de vista científico, lo mejor. La carrera espacial, los avances en física nuclear, los avances en muchísimos ámbitos de la química, en ingeniería y en casi todo surgieron en las grandes guerras. Y todavía hoy, la investigación (básica, que también se hace mucha) en defensa proporciona grandes beneficios en ámbitos públicos y también en la investigación básica científica fuera de la defensa (me sorprendió mucho saber que hay mecanismos avanzados para mover los grandes telescopios y hacer el seguimiento de estrellas, que fueron ideados para hacer el seguimiento de satélites militares.
Por eso, y a pesar de que mi respuesta es positiva (y me odiéis por ello), os hago la pregunta: ¿creéis que se debe mantener la investigación en el ámbito de defensa o no?
¡Buena semana!
Hola, Jorge! Hola a todos!
EliminarBuena pregunta. Yo pienso que los avances son necesarios y no es tanto lo que se conoce como en que se utilice ese conocimiento.
Hoy em día existen armas muy potentes y yo creo que el principal problema está en quién las controla.
Un saludo.
María del Mar García
P.d:Muy buen resumen
¡Hola Jorge y María del Mar!
EliminarEstoy muy de acuerdo con ambos. Y muy a favor de que la investigación es necesaria a cualquier escalón, ya sea en el básico o más avanzado, en defensa o en energía. También es cierto que dependiendo de quién las controle tendrá un fin u otro. Todos queremos que ese fin siempre sea de bondad y de avance, pero lamentablemente no siempre es así. Si el norcoreano dirigiese sus esfuerzos en materia nuclear para prosperar en vez de para amedrentar...
ResponderEliminarHola, tertulianos!
Ameno y buen resumen, Jesús. Gracias.
Me ha resultado un capítulo ágil e interesante de leer. Desconocía la historia del dictador Salazar, su gobierno, el nuestro y el comercio fraudulento del wolframio.
También le agradezco mucho al escritor las cuatro páginas que dedica al análisis sobre el conflicto africano. Congo, Ruanda, Burundi y la estrecha relación con el tántalo y el coltán.
Sabeis que siempre que puedo, me gusta recordar que África existe, y como parte de este planeta está unido a nosotros para bien y para mal.
Igual que los móviles, a través de redes complejas y efectos mariposas varios, pueden ayudar a generar catástrofes humanitarias en África. Lo mismo digo sobre la estrecha relación entre la ciencia y el ejército. Entonces ¿hay que renunciar a los móviles, a la carrera espacial, o a la física nuclear? ¡NO!
Los conflictos, la violencia, las guerras, los egos desmedidos etc, de momento, son la parte oscura de nuestro sello como especie. Desde que homo es homo ha luchado para sobrevivir y ahora que no tendría porqué seguir guerreando, no sabe como dejar de hacerlo. Es algo estúpido, recordáis....jaja
Es evidente que si colocamos en una balanza todas estas investigaciones nos han dado más beneficios que horrores, aunque a simple vista parezca lo contrario.
Hay que seguir aprovechándose de los recursos de los innecesarios militares (que nadie se me ofenda) para llegar a comprender cómo funcionamos los seres humanos y poder innovar, progresar en mayúsculas. Y crear otra manera de relacionarnos entre nosotros, con nuestro planeta y de aquí con nuestro universo de una forma más equitativa. Pero primero es totalmente necesario, repito totalmente necesario investigar. Y si para ello hay que tolerar los trabajos en el ámbito de la defensa... Pues que remedio.
Buena semana a todos
¡Hola Cristina! Muchas gracias.
EliminarMuy de acuerdo con tu punto de vista. No debería estar reñido el conseguir avances a través de la ciencia con usarlos para hacer daño, ya sea a nosotros o al medio que nos rodea.
En cuanto a las historias que rodean a este capítulo, yo he echado de menos algo más de ciencia, aunque recalco que me parecen igual de interesantes. No me gusta Historia y Ciencia a partes iguales, pero ahí ahí están. La historia del wolframio con Portugal es brutal a la par que desconocida, siendo nuestros vecinos.
¡Un abrazo, Cristina!
Yo esa historia la conozco desde hace unos 5 años, y como yo la descubrí da para un post chulísimo (saldría religión, calzoncillos, una de las chicas de las SexBomb, zapatos de tacón...).
EliminarSi alguna vez saco tiempo y lo escribo os avisaré, jajaja...
¡Dale! ¡Te esperamos!
EliminarUna intresesante historia muy bien trenzado tanto científicamente como históricamente hablando, y de la que deberíamos sacar conclusiones no demasiadas benévolas del ser humano. Este relato salpicado de anécdotas nos debería hacer reflexionar sobre el sentido de la ciencia y su uso para fines que no precisamente engrandecen al ser humano. La ciencia, como las artes u otra actividad humana están precisamente para haceraún más grande la gran obra de la Naturaleza: el ser humano.
ResponderEliminarEspero,Jesús, que escritos como este y personas como tu hagan de este mundo un lugar del que podamos sentirnos orgulloso.
Hasta luego y enhorabuena
Efectivamente, Paco. No debemos olvidarnos que la Ciencia nos permite avanzar como especie y como sociedad. Si todo el mundo tuviera claro esa premisa, otro gallo cantaría (o hubiera cantado ya).
EliminarUn abrazo!!
Gracias por magnífico el resumen, Jesús.
ResponderEliminarMe ha gustado el capítulo, el que las anécdotas sean menos conocidas, que las enlace y les dedique el tiempo necesario da sus frutos.
Yo también veo el conflicto moral pero estando inmerso en una guerra poca moral deja para ponerse a pensar en otros temas.
Creo que en las guerras la ciencia ha recuperado el tiempo y dinero perdido, lo que no se le ha dedicado. Probablemente ese impulso, dado en su momento y no en el conflicto, hubiese logrado mejorado la vida lo suficiente para evitar esas guerras.
Coincido en que a los científicos y a los que aprovechamos los avances nos vino bien. También en que los avances para controlar los movimientos de los otros países malos también revierten en la mejora de la sociedad. Pero, ¿y si se utilizase el dinero directamente en avanzar en mejoras básicas?
Me pongo malo viendo lo aparentemente sencillo que es hacer las cosas de otra manera sin tener en cuenta los intereses de los poderosos.
Que os vaya bien la semana y que la tristeza que nos deja el capítulo se quede en el blog.
Hola Santos.
EliminarComo dices, las historias que cuentan, al menos para mí, eran totalmente desconocidas. Me sorprendió mucho lo de Portugal y en cuanto a lo de las guerras de Árfrica, desconocía totalmente ese "trasfondo científico".
Pienso que esos avances que surgieron de guerras, tarde o temprano, habrían prosperado también sin necesidad de ellas. Y sí, todo parece fácil, pero la navaja de Ockham no es fácil de asimilar para muchos :(
Hola Jesús, te felicito por el magnífico resumen que has hecho de este capitulo tan interesante.
ResponderEliminarRespecto al discutido conflicto moral, no lo veo, creo que el conocimiento no es intrínsecamente "culpable" de nada, aunque se haya obtenido investigando con fondos de defensa, lo único reprobable es el uso que algunos seres humanos hacen de él.
Saludos.
Eduardo Adarve.
Hola Eduardo. Muchas gracias.
EliminarYo sinceramente no tengo ningún cargo de conciencia por aprovecharme de avances surgidos de conflictos bélicos. Eso supongo que quedará dentro de cada uno. Es achacable totalmente a quienes tienen en su mano el hacer el bien o el mal con ellas. Como dije en un comentario previo, esos avances habrían prosperado antes o después, con o sin guerras.
Un saludo.
Hola a todos. Genial resumen. Me ha gustado el capítulo (quizás, como dijo ya alguien en resúmenes anteriores, porque me he acostumbrado al autor y a las cosas que me gustan de él y también porque no le doy tanta importancia a las que no me gustan).
ResponderEliminarVeamos, yo estoy con Eduardo: la Ciencia (el conocimiento) no es culpable de nada... culpables serán aquellos que le den mal uso al conocimiento.
Pero quiero añadir algo más. ¡Nunca pensaré que una guerra (o una crisis) aporta beneficios! En una guerra (o en una crisis) la gente sufre, los débiles y los poco afortunados sufren (mueren, se arruinan...), los que sobreviven salen tocados y SOLO ALGUNAS VECES son capaces de sacar provecho del camino sangriento. Lo que aportó beneficios no fue la guerra, lo que aportó beneficios fueron cosas que aparecieron en ese camino pero que COMO HABÉIS INDICADO ALGUNOS podían haber aparecido bajo otras circunstancias.
Mis reflexión (no muy bien redactada pero cuya esencia creo que queda clara), mas que por este capítulo o por algo que hayáis dicho es por una frase que han repetido muchos en los últimos años. Me refiero a los que dicen que las crisis son buenas porque generan oportunidades: cada vez que lo oigo se me revuelve el estómago porque se olvida de todos los que han sufrido. No es tan difícil decir: "las crisis son malas porque generan sufrimiento, pero si sobrevives, intenta aprender de ellas y mejorar las cosas para que no haya otras".
Nada más, un saludo
Hola JC. No creo que haya nadie aquí (o fuera, en su sano juicio) que refute tu reflexión. Quienes son oportunistas y otros calificativos soeces son los que hacen uso de la ciencia en pos del avance pero mediante sufrimiento. Eso es totalmente intolerable. Y me reafirmo en lo que comento anteriormente: seguramente se habría avanzado, a lo mejor algo más lento, sin llegar a provocar sufrimiento.
EliminarUn abrazo.
A mí que me gusta dejar el comentario durante el fin de semana... a ver si me aplico para el próximo :(
ResponderEliminarHola Jesús, magnífico resumen, me ha gustado mucho. Por cierto, que por un momento, al empezar a leerlo, he dudado de haberme equivocado de capítulo XD XD (me he reído mucho de mi confusión).
Dice Eduardo que el conocimiento no es intrínsecamente "culpable" y, aunque estoy de acuerdo con ello (y por eso, también, encuentro lícito aprovecharnos de ese conocimiento para otros fines), no me gusta "tolerar" esa investigación (a raíz de lo que comenta Cristina que también dice: "todas estas investigaciones nos han dado más beneficios que horrores, aunque a simple vista parezca lo contrario"). El fin nunca debe de justificar los medios, es decir, nuestra ansia de conocimiento no debe justificar que veamos lícito investigar maneras de hacer daño a nuestros congéneres, aunque ello dé "más beneficios", pues ¿cuánto vale la muerte y/o sufrimiento de una persona?
Soy consciente de que impedir la investigación armamentística es una "utopía" y de que se está muy lejos de abolirla. Pero la única manera que veo de que exista una remota posibilidad de conseguir que la investigación no se financie con el objetivo de hacer atrocidades es que la opinión pública mundial lo vea espantoso, y se pueda llegar a legislar contra ello... sí, como os decía, una "utopía". Pero no me resigno a tolerarlo con mi discurso.
Y Cristina, sí la estupidez humana siempre sale a colación ;) jajaja. Es la razón principal por la que creo que jamás se conseguirá abolir este tipo de investigación.
Y gracias Santos por tus deseos de que la tristeza que nos deja el capítulo se quede en el blog. Ojalá. Aunque siempre ayuda racionalizar la tristeza.
¡Saludos!
Ostras! ¡Que sofoco! ¡Disculpad si ha parecido que justificaba, toleraba o aceptaba las atrocidades humanitarias. ¡Para nada!
ResponderEliminarY tal vez releyendo lo que escribí eso parece. No me malinterpretéis.
Solo buscaba contestar, mojámdome, sobre si hay que dejar de investigar o no. Queramos lo que queramos se va a seguir haciendo.
Pero repito las palabras de Conxi; a mi me es imposible decirlo mejor:
"El fin nunca debe de justificar los medios, es decir, nuestra ansia de conocimiento no debe justificar que veamos lícito investigar maneras de hacer daño a nuestros congéneres, aunque ello dé "más beneficios", pues ¿cuánto vale la muerte y/o sufrimiento de una persona?"
Buena semana a todos.
Cristina, siento si mis comentarios te han sofocado, mis disculpas :(.
EliminarEn realidad cuando lo leí estaba segura de que tu intención no era justificarlo, sino más bien que te resignabas con la situación y que intentabas ver la parte positiva. Y solo quería resaltar que no se debe dar relevancia a la parte positiva de temas como este, pues es un camino de pensamiento peligroso.
Pero en ningún caso he pensado que aceptes atrocidades humanitarias. Ya llevo unas cuantas ediciones en #TertuliasCiencia leyéndote para saber que no podía ser así :).
¡Un beso Cristina!
Toda la razón. Es un comentario peligroso. Un abrazo,Conxi
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