La verdad es que no sé por donde empezar.
En este capítulo, Goldacre trata tantos temas diversos que me parece difícil
destacar cuál es el principal, por ello mis disculpas por adelantado por el
largo resumen que os vais a leer…
Vivimos en una sociedad medicalizada,
para cualquier problema ya sea de salud o social, nos gusta tener una píldora
que lo solucione. Así, cuando un estudio científico serio demuestra que, para
mejorar el comportamiento antisocial de los niños, lo mejor es “un barato y
práctico programa de apoyo parental”, tanto los medios de comunicación como la
sociedad en general no le da ninguna importancia. Sin embargo, cuando existe
una píldora de por medio, como ocurrió en el condado de Durham,
el apoyo, no sólo al producto sino también a la realización del estudio, de los
medios de comunicación es brutal.
Los ensayos de Durham consistieron en
estudiar la eficacia del unas cápsulas de aceite de pescado con 5000 niños y
niñas para mejorar el rendimiento escolar en un lugar donde los resultados
estaban por debajo de la media. El estudio tuvo mucha repercusión mediática y
aquí viene el primer fallo del estudio: desde un principio se decía que el
estudio iba a conseguir resultados positivos. El segundo fallo metodológico fue
no tener en cuenta un grupo de control al que se le administrara un placebo
para evaluar la bondad de aceite de pescado, sino que los resultados se iban a
comparar con resultados anteriores. A la pregunta de por qué no se utilizó un
grupo de control, el condado de Durham declaró que habría sido inmoral
administrar un placebo a la mitad de los niños.
El siguiente fallo fue no considerar ciertos efectos a la hora de
preparar el estudio:
- Las habilidades de los niños mejoran con el tiempo.
- Tanto niños como padres saben que se les está administrando un comprimido para mejorar el rendimiento, por lo que están sujetos a un efecto placebo.
- Los niños mejorarán por el hecho de estar en un grupo objeto de estudio, observación y cuidado, conocido como efecto Hawthorne
Goldacre se pregunta e investiga sobre
las motivaciones del estudio, ya que no es posible que con tantos fallos
metodológicos se pueda llegar a un resultado fiable, máxime cuando ya se espera
un resultado positivo. Además, en todo esto estaban todos los medios de
comunicación encima y por supuesto una empresa comercializadora de las píldoras
de aceite de pescado detrás organizando el estudio.
Goldacre critica este experimento o
ensayo pero cuando pregunta a todos los organizadores, se encuentra con que,
según ellos, no es un ensayo y además afirman que en ningún momento se ha
hablado de ensayo. Todos sabemos que se pilla antes a un mentiroso que a un
cojo, por lo que no hace falta más que buscar las pruebas documentales pasadas
en las que esos mismos organizadores hablan de ensayo. Eso sí, hay que buscar
rápido, porque misteriosamente esas pruebas pueden modificarse.
En este capítulo, Goldacre vuelve a
insistir sobre secretismo relativo a la publicación de las investigaciones
privadas. Comenta, incluso, que le pidieron firmar un acuerdo de
confidencialidad, lo cual no serviría de nada porque no podría hacer un uso
público de esos resultados. Desde el momento en que hay personas participando
en un estudio, no es ético ocultar la metodología y los resultados de ese
estudio, sobre todo a los sujetos que participan en el estudio.
Goldacre, con todo el sentido común del
mundo, sugiere que se debería dar prioridad al estudio de la educación y la
alimentación y dieta antes que recurrir a costosos y “arriesgados ejercicios de
pseudociencia o píldoras milagrosas”, ya que parece un sin sentido gastar una
cantidad de dinero por niño en comida, pero gastar una cantidad superior en
unas pastillas milagrosas.
Tras describir los aventuras y
desventuras del estudio de los niños de Durham, Goldacre arremete contra la
industria farmacéutica. Considera que se les está acabando el chollo de
encontrar nuevos tratamientos para las enfermedades existentes que se tienen
que inventar enfermedades nuevas para colocar los tratamientos existentes. Para
estas nuevas enfermedades bastaría, en muchos casos, con hacer un análisis de
la situación personal de los pacientes, con lo que el gasto de estas personas
en costosos tratamientos se reduciría.
Denuncia el hecho de que las empresas
farmacéuticas, y otras pseudociencias, utilicen tanto la publicidad. A veces,
con reportajes a todo color en revistas, aprovechando una pequeña columna de un
columnista que habla sobre terapias alternativas, utilizando expresiones
científicas, pero poco comprometidas, es decir, expresiones que no son
refutables incluso por personas con un nivel básico de conocimiento científico.
En muchas ocasiones, los reporteros que dan cobertura a este tipo de terapias o
tratamientos están a caballo entre la propia industria farmacéutica y los
organismos reguladores de la industria farmacéutica.
Comenta el caso de David Horrobin que fue
llevado a juicio por publicitar ilegalmente las propiedades de un suplemento
alimenticio como alimento. En este caso la justicia estuvo en su contra, pero
desgraciadamente esto no sucede tan frecuentemente como algunos desearíamos.
Para terminar, ¿cuáles fueron los
resultados del estudio de Durham? Pues que si se comparan los resultados con
las mejoras obtenidas en el año anterior al que se administraron las píldoras
de aceite de pescado fueron, en porcentaje, superiores a las obtenidas con el
estudio. Irónicamente, parece que las píldoras ralentizan las mejoras. De todas
formas, el aceite de pescado es el suplemento alimenticio más popular en UK y
ya sea por las ventas del producto o por las ventas de la empresa a otras
multinacionales farmacéuticas, sigue siendo un negocio multimillonario.
Leyendo el capítulo, me han surgido unas
preguntas (aviso, me han quedado un poquito conspiratorias) de las que me
gustaría saber vuestra opinión:
- ¿Consideráis ético que se “experimente” de esta manera con niños simplemente para que una compañía obtenga más beneficios?¿Debería cambiarse el marco legal a este respecto? No me parece serio que ahora que todo el mundo habla de lo que es ético y no, y que los gobiernos presuman de que se preocupan por los ciudadanos y sobre todo por los niños, se siga permitiendo este tipo de actividades.
- ¿Creéis que la justicia, y en concreto las fiscalías, defensor del pueblo y organismos similares deberían preocuparse por estos temas también? Tengo la impresión de que o no los conocen o hacen como que no los conocen ¿Será quizá por el lobby que hace la industria farmacéutica y la no farmacéutica (por ejemplo Boiron) en cuanto a homeopatía?
- ¿Es la industria farmacéutica tan mala como la pinta Goldacre? Me da la impresión (sin haber leído Bad Pharma) que la trata como que no se preocupa por la salud de nadie, sólo por la de sus bolsillos.
Por último, quería compartir con vosotros
“Las señales de peligro de la charlatanería” que descubrí a través de Twitter
gracias a @cuantosycuerdas
Recordatorio 1: Podéis escuchar los dos podcasts de las tertulias literarias de ciencia grabados hasta el momento aquí y aquí.
Recordatorio 2: Si queréis resumir algún capítulo, no tenéis más que decirlo. Consultad el calendario al final de la página, pinchando sobre el capítulo que os interese para ver si está "pillado"
¡Muchas gracias a todos!